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Revista Tamma Dalama: DE LA MENTIRA A LA FALSEDAD: LA POST-VERDAD Y LA IMPOSIBILIDAD DEL DERECHO PARTE II (Dr. Paolo Savarese)

Escrito por Tamma Dalama, Universidad Mundial. en Miércoles, 14 Noviembre 2018. Publicado en Revista Tamma dalama, Revista Universitaria Tamma Dalama, Tamma dalama, Tamma dalama, Universidad Mundial

Revista Tamma Dalama: DE LA MENTIRA A LA FALSEDAD: LA POST-VERDAD Y LA IMPOSIBILIDAD DEL DERECHO

Por: Dr. Paolo Savarese [1]

Traducción: Dr. Ricardo Castañón Ruiz[2] *

Revisión Traducción: Dr. Mario Varrica[3]

 

 

¿En qué sentido, entonces, los números imaginarios, llamados por Bombelli su descubridor, representan la verdad de la falsedad?[4]. Lo falso consiste en la falsa verdad, que es la verdadera falsedad. Es decir, la falsedad no coincide en absoluto con el error ni mucho menos con simplemente esconderlo u ocultarlo de la verdad, sino que presupone el error, su construcción para luego lo disimularlo y sustituirlo por la verdad. En el caso de los números imaginarios, el error que viene escondido es la tergiversación de su naturaleza, por lo cual se cree que responden a las mismas leyes en cuanto al funcionamiento de los signos, de los reales. Considerar los números imaginarios como si fueran en todo equiparables a los reales, es un error; ocultar este error e intercambiar el campo del imaginario, con sus reglas básicas, con el de los reales y ocultar esta inversión, produce la falsedad.  Transmitir por exacta la solución incorrecta de una ecuación es, en cambio, acreditar un error, pero si permanece en el área de la mentira; no se altera la comprensión de todo el campo numérico. En términos más simples, hacer creer que los imaginarios son reales y como tales operarlos, produce la falsedad. El error, se manifiesto o incluso es reconocible al volver a recorrer el curso cognitivo que lo causó, para rastrear el punto débil o el eslabón perdido del proceso, no conduce a la falsedad, no es más una falsedad. Si, por otro lado, primero se construye el error y luego se oculta, es decir, se hace creer que es la verdad, aquí está la falsedad. Con las palabras de Franco Piccari, "es falsedad el ocultar el error, mientras que el error manifiesto no es falsedad". Para mentir, se necesita primero construir el error y luego ocultarlo". Ergo, "La verdadera falsedad es la falsa verdad. Lo falso es lo opuesto del inverso de lo verdadero y lo verdadero es lo inverso de lo opuesto de lo falso[5]. La introducción de la combinación de inversión y opuesto como estructura de error que inerva la falsedad es un paso de capital importancia y debe ser adecuadamente explicada.

Una nota sobre el error. El error implicado por esta operación no consiste en el simple ocultamiento de una verdad, como sucede al decir una mentira y hacer creer que el estado de las cosas es diferente de lo que es. Aquí hay un engaño, pero es el efecto, como se mencionó, de una mentira, de la distorsión de una verdad particular, que a su vez vive y se consolida simplemente dejando intacto el valor de la verdad. La mentira, para ser creíble, necesariamente debe presuponer y reafirmar las reglas y los principios básicos de la verdad. El error necesario al tomar cuerpo de la mentira consiste, en cambio, en alterar la verdad misma, las reglas elementales de comprensión de la realidad. Aquí la verdad no viene reafirmada por su instrumentalización, sino que se vacía y desacredita ab imis (por abajo). Regresando a Nietzsche: ¡todo es ficción! Hablar de la verdad es pura ilusión, más bien es lo falso de las falsedades. En este punto, sin embargo, la sola noción de mentir ya no significa nada y, por coherencia, deberíamos callarnos.

Aquí no es posible realizar satisfactoriamente el análisis por el cual algunos números, algunas estructuras numéricas, pueden actuar como una guía categorial. La cuestión, sin embargo, en el caso de los números imaginarios se puede ilustrar de forma breve. Estos, de hecho, representan el paso de la cantidad, que se expresa en números naturales y más ampliamente en reales y de su proyección especular en los números negativos, a un campo diferente, en el que encontramos expresiones numéricas de naturaleza elusiva, números que fuerzan las reglas ordinarias de los números reales[6]. Tales números, sin embargo, están estrechamente relacionados a los reales y constituyen el enlace indispensable para acceder al campo de los números complejos. Esto permite combinar el funcionamiento de lo imaginario con el mundo de la fantasía y la poesía, de la narración y de algunas expresiones artísticas pero, y sobre todo, da acceso a la complejidad propia del mundo humano, donde el componente intencional y el muy amplio rol de la significación se extienden exponencialmente por este mundo que es el nuestro. Estamos, en otras palabras, mucho más allá de la simple reconstrucción de los estados de hecho, más allá de la revelación y la fotografía de los estados de facto empíricos. Es en este mundo específicamente complejo que no solo alinea el error, sino la falacia, la posibilidad y la práctica de la falsedad. Esto no es comprensible solo sobre la base de la relación de oposición y ni siquiera sobre la relación de inversión, pero surge una relación mucho más compleja entre la realidad y su transposición y reelaboración en el trasponer y reelaborar en el mundo de los significados. Es aquí donde la estructura categórematica implícita en la unidad imaginaria, que lo que esta es igual al inverso del opuestos de sí misma, nos guía en la comprensión de la naturaleza de la falsedad. El valor categórico del número imaginario se muestra no solo, por lo tanto, en el pasaje formal y necesario, por lo que la ocultación del error conduce a la falsa verdad que es verdadera falsedad, sino en el pasaje posterior a través del cual se combina la oposición y la inversión y sigue la posibilidad de sustituir la formulación explícita de esta estructura en la unidad imaginaria misma. Esta operación es del todo legítima en el ámbito de los números imaginarios, pero igualmente ilegítima si se transporta incautamente en el ámbito de los reales. De todo esto se desprende, a su vez y como se mencionó, que la estructura categorial de la falsedad puede ser revelada analizando las relaciones en las cuales se combinan la inversión y la oposición, para profundizar su alcance en el campo de la conducta y las relaciones humanas. El número imaginario pone a disposición la estructura profunda y el deslizamiento de un campo debajo del otro, lo que hace posible identificar la falsedad; la transposición a la vida real es un pasaje interpretativo, que es riguroso en cuanto a la estructura de la unidad imaginaria coincide con la de los rasgos de la realidad o sus posibles distorsiones.

El número imaginario nos dice que la falsa verdad que es verdadera falsedad consiste en la combinación de lo inverso y de lo opuesto de la verdad; aquí está la falsedad más allá de la simple mentira. El error que viene ocultado es mucho más sofisticado y completo, cualitativamente diferente del error que induce la simple ocultación de alguna verdad. El error construido y disimulado en la confusión y la sustitución de los imaginarios a los reales no es la adopción de ningún error cualquiera en el camino del análisis filosófico de la mentira, sino que es la clave criptográfica. Esta está oculta en la propiedad según la cual el número imaginario es igual al inverso del opuesto de sí mismo y, en consecuencia, es necesario profundizar en esa combinación de oposición e inversión.

A propósito, es útil recordar algunos aspectos del esquema, sin los cuales la falsedad, en su estructura y alcance, permanece no bien delineada. Iniciaremos, se presupone que la falsedad, además del error, sea pensable, o sea no absurda, vale decir internamente contradictoria[7]. Lo absurdo es lo estrictamente impensable ya que es internamente contradictorio y, como tal, lo absurdo no puede existir, no puede tener ningún equivalente o corresponde en realidad. Esto es, ninguna condición, no puede existir es simplemente la nada, la nada pura y simple. La nada, sin embargo, puede entrar en el discurso, dando, absurdamente, la ilusión de existir, de disfrutar de su consistencia, en el reino de lo imaginario, en el cual el mundo de combinaciones de los símbolos, de las palabras que se esparcen en discursos, pueden ocultar la total inconsistencia y la plena absurdidad de aquello de lo que se pretende hablar. La estructura numérica en cuestión, el número imaginario, no miente, es precisamente la verdad de la falsedad; mentir es el uso que se puede hacer de esa estructura para alterar la comprensión de la realidad y las presuposiciones veritativos de la acción humana. El inverso de lo opuesto puede sustituir, verbalmente e imaginariamente, a aquello de lo que se pretende hablar.

Partimos de los números y sus relaciones. El opuesto es la relación de un numero con de un número consigo mismo, pero con el signo opuesto. (+5) es lo opuesto a (-5). El inverso es la relación de un número con su propia expresión fraccionaria: 5 es el inverso de 1/5. Está claro que (+5)≠(-5), así como 5≠1/5. Decir incluso que 5=-1/5 parece una locura. Sin embargo, j=-1/j; esta ecuación es exacta y lo puede ser porque está situada en el campo de los números imaginarios. En este campo, de hecho, el trabajo de especular, respecto al campo de los reales, de las reglas de los signos algebraicos hace posible calcular las raíces cuadradas de los números negativos y el descubrimiento del número que, al cuadrado, da un número negativo, el número imaginario[8]. Esta es la razón por la cual j= j2/j se convierte suavemente en j =-1/j y hace emerger la extraña relación de oposición/inversión aquí bajo consideración. Ergo, la ecuación es exacta, la estructura del imaginario es aquella, establecida siguiendo la estructura, injertando en esa estructura la lectura de la realidad, poniéndola doblemente de cabeza, donde el doble no significa una suma simple sino la multiplicación, o tal vez mejor, la reciproca elevación a potencia del inverso y del opuesto. Siendo, entonces, esta estructura categorial, no es inmediatamente visible, no cae bajo los sentidos, e igualmente inobservable es la sustitución no declarada del imaginario al real: aquí está la falsedad y su poder seductor. Esta no es una estructura física ni pragmática, la mentira puede serlo pero no la falsedad, en cuanto es una alteración del orden de la comprensión y el intercambio de la realidad situada a nivel categórico, o mejor, hecho posible por la estructura categorial de un campo de realidad no bien identificada o utilizada con malicia.

La estructura de los imaginarios simplifica y precisa la comprensión y puede hacerlo porque contiene e impone una estructura inteligible: los números imaginarios siguen reglas inversas con respecto a los números reales, para los cuales la igualdad se establece entre entidades numéricas que siguen reglas peculiares respecto a los reales y tales que permiten el consentir y reescribir las grandezas imaginarias de esa manera sorprendente y algo inquietante. De hecho, como se ve, la unidad imaginaria está en forma de igualdad con la fracción imaginaria de su propio cuadrado (que es igual a -1). Hago notar, igualdad y no identidad y esto permite que esa expresión no caiga en contradicción[9]. El error radica en no reconocer la diferencia en la naturaleza y la operatividad entre los números reales y los imaginarios. La mentira radica en ocultar esta diferencia y decir que los imaginarios son tales e iguales a los reales y viceversa. Aquí está el terreno de la post-verdad. Sin la infraestructura categorial, incluida en el número imaginario, la falsedad no sería posible. Aquí el engaño no es puntual, es una seducción de la mente ocultación, que llega a la sustitución de lo real por lo imaginario o viceversa. humana, porque lo que sale falsificado es el verum como tal y el hombre, privado de cualquier punto de referencia que no sea ficticio, se convierte en presa del vórtice de la post-verdad, de la falsedad coronada reina del mundo. Por esta razón, la lectura sociológica del Oxford Dictionary no solo es insuficiente, sino sustancialmente solidaria con los supuestos de las afirmaciones de la post-verdad misma.

Intento ahora rastrear el significado de lo inverso y lo opuesto en la vida real, para luego comprender la potencia destructiva de su combinación y el ocultamiento de esta operación. En la realidad cotidiana o, en cualquier otra abstracción numérica se puede hacer algunas combinaciones para ilustrar lo opuesto, lo inverso y eventualmente su combinación. Sin embargo, debe tenerse presente que las relaciones sea de oposición o de inversión, se ubican sobre todo en el mundo constituido o mediado por el significado y, por lo tanto, en la esfera de la intencionalidad y de los objetos intencionales, incluso en el primer nivel en el que se forman y juegan las imágenes y las narraciones. Esta es también una clave para comprender la falsedad, que no es posible ni pensable fuera de la esfera del verum y su aprehensión y el intercambio comunicativo que se desarrolla en su medio. La inversión se encuentra con bastante facilidad en la narrativa y la poesía, como por ejemplo el príncipe y el pobre de la novela de Marc Twain; los dos, social e institucionalmente en posiciones inversas, intercambian sus respectivos papeles. Esta es una creación narrativa, leída y disfrutada como tal; no hay intercambio entre la realidad y la fantasía. La oposición se puede encontrar en las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis, cuando los niños entran en un mundo de fantasía a través de un armario; incluso aquí para el lector no existe intercambio entre la realidad y la fantasía. La combinación de oposición e inversión tiene lugar en el arte dramático, cuando el actor interpreta un personaje, hasta el punto de que el espectador puede identificarse con la acción dramática; la oposición, inicialmente, es entre actor y espectador, la inversión ocurre en el momento de la identificación del espectador. Su combinación reside en el éxito de la acción dramática y, mientras los actores abren un mundo imaginario, los espectadores  son introducidos. Incluso aquí, sin embargo, no hay intercambio entre la realidad y la fantasía y tanto los actores como los espectadores, una vez terminada la representación, vuelven a la realidad: ciertamente es el momento de celebración pero también la liberación de los aplausos. Si el pobre se engaña de ser príncipe y si alguien vive en su vida diaria como si estuviera desempeñando un papel, el intercambio y la sustitución subrepticia tienen lugar y estarás en problemas.

Se pueden delinear muchos otros ejemplos de oposición en el mundo real. El caso más fácil es el de un objeto y su imagen en el espejo. El espejo puede engañar acerca de la presencia y posición del objeto, pero no engaña completamente sobre su existencia. Opuestos, sin embargo, son también dos adversarios, sea en el campo deportivo como dos equipos o dos boxeadores, sea en el campo político, dos partidos, o militar, dos ejércitos, o en otros campos: están el uno frente al otro. El inverso es más difícil de identificar, pero está lejos de ser raro. Los dos opuestos, los adversarios, mencionados devienen también inversos en el momento en el cual uno vence y el otro pierde: el vencedor es el inverso del perdedor. Del mismo modo, son inversos también el sano y el enfermo, el joven y el anciano, el hombre virtuoso y el hombre vicioso. Un ejemplo más sutil es el de un recipiente lleno y el mismo solo parcialmente lleno; en el primer caso, el volumen del recipiente y el de su contenido están en una proporción de 1/1, si, en cambio, el recipiente se llena por una fracción de su volumen, como 1/10, la situación es inversa o, lo que es lo mismo, un recipiente igual al primero lleno solo por 1/10, está en situación inversa con respecto al primero, lleno por completo[10]. Un caso particular de combinación de inversión y oposición es el de un objeto con respecto a su imagen que se forma de una lente biconvexa, una imagen que es opuesta al objeto, en el otro lado de la lente, e inversa, porque está boca abajo. Ahora, está claro que el objeto no es igual a su imagen y que el ganador no es el perdedor y que sostener tal igualdad es falso y se convierte en falsedad si tal distinción se oculta y si esa igualdad viene hecha para creerla verdadera[11]. Un caso evidente es el veredicto fraudulento o la partida trucada. Aquí está la falsa verdad que se acredita como verdad, pero es verdadera falsedad.

La ejemplificación y el análisis deben ser ampliados y refinados; por ejemplo, se debe tener en cuenta que la relación de inversión requiere alguna unidad de medida,  y que esto sitúa esta relación en el campo intencionalidad y de la significación. También la relación de oposición se sitúa en ese campo, como claramente se ve en el caso de los dos adversarios y, de manera diferente, en el del objeto y su imagen. La combinación de oposición e inversión parece consistir en el resultado de un desarrollo de la relación de oposición, pero el error que engaña ocurre solo cuando este resultado se sustituye por la situación o el estado de hecho que se ha concretado en su verdad. El análisis se vuelve aún más difícil si nos movemos de los hechos a los principios, intercambiando por ejemplo la recurrencia de petitio principii, (solicitud del principio) derivada de la suposición de la contradicción motriz con la consiguiente abolición del principio de no contradicción como el primer principio del ser y del pensar. En este caso la combinación de oposición e inversión es conducida a su máxima expresión, ya que la oposición irreductible del ser y de la nada se disuelve mediante la inversión de los respectivos estatutos y funciones categorial, con la consecuente sustitución de la apariencia por la realidad. Esto, sin embargo, requeriría profundizarse, pero no puede suponerse que el debate sobre las realidades institucionales y sobre el Derecho pueda aislarse por completo de estas cuestiones fundamentales.

La falsedad requiere una transición voluntaria, encerrando por tanto, una dimensión ética, general y no solo política, pero el perfil ético presupone y sería simplemente imposible sin la suposición epistémica, es decir, el error y la posibilidad de ocultarlo, pero ese error calificado anteriormente ilustrado. La falsedad es indisociable del engaño, de la voluntad, más o menos explícita y claramente deliberada, de engañar, pero sin la coherencia autónoma del error, es decir, la distorsión o el fracaso del momento veraz del conocimiento y la comunicación, la mentira no sería posible, ni siquiera sería pensable. El hacer caer en una trampa, anticipando el esquema que el otro está siguiendo para explotar sus debilidades y vencerlo en una competencia de habilidades, que incluso puede conducir a la muerte. A lo máximo, en ese caso, se explota un error particular o incluso pragmático que, por su naturaleza, no satura el campo cognitivo hasta invertir el modo de percibir y vivir lo real, pero que oculta algunas fallas. Para hacer creer algo que fácticamente no es verdad, sabiendo hacerlo, es decir, con un acto deliberado, configura, como mencionamos, la mentira, que es la sustitución de una verdad particular por una verdad simplemente diferente, opuesta o inversa, pero no la alteración de la naturaleza misma que la verdad y de la relación entre el conocimiento y la realidad. En términos matemáticos, el error que lleva la mentira está en el sustituir el resultado de una operación o ecuación que requiere un número real, con otro igualmente real, pero incorrecto, haciendo creer que el resultado buscado erróneo es exacto. Esto funciona si no cuestionamos las raíces, en particular a los de números y polinomios negativos, que tienen además resultados imaginarios. Esta sustitución, se sabe y es deliberada,  engaña, es mendaz, pero su núcleo epistémico no altera la relación con lo real y su fuerza, atribuible precisamente a la verdad. Se trata, repito, de mentira, no de falsedad. Esta es mucho más incisiva y profunda, porque sustituye una verdad adulterada, el error epistémico y categorial, precisamente, con la verdad misma y altera la forma de adquirirla, pensarla, vivirla. Esto, una vez más, es posible precisamente del campo abierto de los imaginarios, que, adecuadamente interpretados, nos conducen hacia la construcción de una realidad imaginaria y la sustitución de esta con la realidad. Nuevamente, siguiendo a Piccari, la falsa verdad que es verdadera falsedad, no descansa o consiste en modo alguno en el funcionamiento de los números imaginarios, por extensión en el componente imaginario de la vida humana, sino en la abolición de la diferencia entre reales e imaginarios, por extensión, entre imaginación y realidad, lo que resulta en su confusión y expulsión o abolición de la realidad misma o la reducción abusiva de su complejidad. La realidad humana, pero el punto, requeriría más profundidad, es siempre de por sí compleja, en un sentido análogo a aquello que evidencia con los números complejos y es menos-reconocimiento de tal complejidad, la cual conjuga números reales y números imaginarios, al alterar el sentido y relación con la realidad misma. El menos-reconocimiento puede ocurrir por reducción solo a los naturales, es decir solo a la cantidad y sus representaciones, o solo a los imaginarios, pasando menos-reconociendo a la cantidad y su inmensa red de relaciones, a favor de la imaginación, pero es, sin embargo, la fractura de la complejidad. La absoluta subrogación de la realidad, sin embargo, y sobre todo, está ocultando el modo y las implicaciones de la conjugación que genera los números complejos, que no son la suma algebraica sino la composición vectorial, que sigue alguna cosa de nuevo e inesperado, de reales e imaginarios.



[1] Este ensayo es el fruto de la enseñanza recibida por mi último y más grande maestro, Francesco Maria Piccari (1927-2008). Franco, ingeniero profesional e investigador de la CNR, una vocación pensante capaz de dominar, tanto de manera personal como profunda y original, diferentes campos del conocimiento, desde las matemáticas, en particular, desde la física, la filosofía y la teología, sin mencionar algunas patentes que son el resultado de intuiciones deslumbrantes, como la de la desalinización del agua de mar. Algunas líneas sobre él, sobre su perfil excepcional de hombre y científico, sobre la enorme influencia que tuvo en mi forma de pensar, las escribí al final de “Introduzione ed Diritto y Episteme” (Ed. Nuova Cultura, Roma 2014) que es el primer trabajo completo en el que presento su enseñanza. (Esta nota sobre el Ing Francesco Piccari continúa en el final del trabajo –Nota del traductor-).

[2] Traductor del original en italiano al español. El Dr Ricardo Castañón Ruiz es investigador de la Universidad Mundial. Al final del texto se presenta algunas consideraciones sobre la traducción.

[3] Revisión de la traducción. El Dr. Mario Varrica es profesor de idiomas de la Universidad Mundial.

[4] Algunas distinciones, siempre tomadas de PIKKARIUS, “Come ti erudisco il Papa”, de por ser todo otra cosa que nuevo, sirven como corolario del discurso: absurdo ≠ lógico; absurdo ≠ falso; posible ≠ imposible; verdadero ≠ falso; error ≠ mentira. Absurdo = ilógico, eso es impensable porque es internamente contradictorio; falso = no verdadero, in-verdadero-simil; error ≠ mentira. Esto significa que lo falso es pensable, porque es lógico, no es absurdo. Ahora lo falso puede ser pensado y aquí nace el error, mientras que si se piensa en malicia, aquí está la mentira. La falsedad puede afirmarse por error o por mentira; el error y la falsedad expresan lo falso, pero no son lo mismo. Sin embargo, tanto el error como la mentira no son absurdos, y no son necesariamente ilógicos.

[5] Cfr. PIKKARIUS, “Come ti erudisco il Papa”, titolo 5

[6] No es el caso de Bombelli lo llamaba cantidad silvestre.

[7]La referencia es siempre a la sección citada en la nota de apertura de.

[8] En el campo de los reales -𝑥 - = +, entonces una potencia cuadrática no puede ser un número negativo

[9] En operadores matemáticos: = y no ≡, agregando que = ≠ ≡, es decir, que la relación de igualdad es diferente y no debe confundirse con la de identidad.

[10] Aquí el análisis se vuelve más difícil, tanto porque entra en juego la cuestión de la medida y su unidad y más aún porque aparece la cuestión del entero (entereza). En cualquier caso, esto confirma que el análisis de la mentira sea hecho posible por el número imaginario que lo sitúa en el plano categórico y no en el plano fenoménico o empírico

[11] Es aquí donde el famoso principio de Coubertin muestra su inconsistencia categorial.

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