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Confesiones...

Escrito por Amaya en Lunes, 15 Agosto 2016.

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Buscaba la manera de acercarme, llevarme bien, pero encontré satisfacción en cada escrito que te envié. Cartas llenas de amor o de odio, describiendo cada sentimiento que tenía por ti.

No podía evitar sonreír al verte recibir cada uno de mis paquetes y cartas, siempre junto a tus pies. Esa desesperación que transmitías al mirar por todos lados buscando al autor de tan sofisticada poesía, pensar en que me descubrirías, me erizaba la piel.

Cada día durante horas, junto a la barda que pintaste de blanco, a través de un viejo espejo rojo te miré. Hacía de todo para verte ahí. Era adictivo mirar como limpiabas tu sala, a veces usabas mucha sal en tu comida, y tenias una forma peculiar de tomar agua después de despertar; hacer los quehaceres jamás te representó alguna dificultad. Buena chica o más bien buena mujer.  

Me gusta decir que soy un admirador tuyo, verte correr en las mañanas me motivaba a seguir tus pasos, llegar hasta dónde tú llegabas. Siempre lejos pero a tu lado. Después de unos cuantos intentos,  conseguí entrar a tu hermoso hogar. Llegar hasta el baño mientras estabas fuera, me permitió acercarme y oler tu delicioso shampoo, debo admitir que ese día coloque un poco en mis manos para poder olerte, ¡Tu olor estaba en mis manos!    

En otra de mis tantas visitas te encontrabas con tu amiga, esa que suele visitarte en domingo. Ese día tomé tu prendedor, ese azul en forma de flor que tenías guardado en el cajón, seguramente ya lo has olvidado. Un objeto más a mi grande tesoro, mi favorito, me lo he puesto cada noche al dormir para soñar contigo.

La primera vez que me diste la mano tu sonrisa me cautivó, tal vez ya lo has olvidado, después de todo te he saludado a diario, pero ninguna fue como la primera vez. Este fin de semana tenías una salida a la playa, lo tacharé de tu agenda, por lo que sé seguramente estarás indispuesta.

Ahora que la tengo aquí quiero confesarle que me gustaba llamarte temprano, para escuchar tu voz recién despertarás, pero ayer que llame ¡usted no ha contestado! Esta vez fue un varón quién levantó el teléfono, tome mis mejores zapatos y me dirigí a su dirección: ¡Usted se ha mudado! Una y mil veces gritó: ¡No!

Tuve un ataque ansiedad como hacía tiempo no me daba, ver las cajas del camión de mudanza, el nuevo perro y al nuevo dueño -¡No te vayas de mi lado!- Grité en silencio mientras partías ¿Dónde quedó lo nuestro? Nuevamente te tengo que buscar.

Por la noche pensé en entrar una vez más, mientras dormías en aquel viejo sofá, tu amiga tan samaritana no te puede ocultar. Me cansé caminando por la nueva cuadra, extrañe el espejo, la sombra y la barda. Después de unas horas regresé agotado a mi vacío lugar, está decidido no volverás a escapar.

-¡Tú me obligaste a hacer esto, mira! Son las marcas de mi amor. No llores, ¿el cuchillo?... no prestes atención... ¡Te amo, por favor deja ya de llorar! Mira te quitaré la cinta si prometes no gritar-

Tomé una foto antes de que comenzaras a gritar, de verdad no lo entiendo ¿Por qué no te quieres quedar? Tus gritos me estaban poniendo ansioso, te voy a callar, ahora estarás conmigo y no te volverás a alejar. 

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