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Crisol Internacional: “Los embajadores culturales”

Escrito por Andrea König Fleischer en Martes, 15 Julio 2014. Publicado en Cultura, Sociedad

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Cuando uno pone un pie fuera de su espacio territorial, es decir afuera de los límites geográficos que enmarcan su patria, ya  puede ser uno considerado como “extranjero”  y también como “embajador cultural” de su país de origen.  Según la Real Academia Española, el término extranjero  significa: “que es, o viene de país de otra soberanía”, o en otras palabras, alguien quien cruza fronteras y que actualmente y en muchas ocasiones se ve perseguido por alguna calamidad como puedan ser las catástrofes  naturales, los conflictos políticos o sociales, razones económicas o simplemente por voluntad propia. A su vez “embajador” significa fuera de su contexto estrictamente diplomático: “Persona, entidad o cosa que por ser característico de un lugar o país, se considera  representativo de ellos.”  Hoy, en lugar de hacer una sinopsis reiterante sobre las últimas aportaciones del Crisol internacional  que nos llevaron a  cinco  diferentes países, en los  cinco Continentes y viajamos desde Pakistán, San Marino, Sudáfrica, Tuamoto en Oceanía  hasta Centroamérica   lo  que nos permitió  junto con  nuestros lectores  completar  ya en este espacio una  cuarta vuelta al mundo. Ahora  reflexionaremos  acerca del tema de las nacionalidades, de los estereotipos y de algunos prejuicios y también de esas percepciones premeditadas sobre  las diferencias y semejanzas culturales. Cuando viajamos casi siempre nos acompaña  la emoción  y la curiosidad acerca de un nuevo ambiente, los paisajes, las personas, la comida y las costumbres que enfrentaremos y los sitios que visitaremos. En un principio y dependiendo de nuestra personalidad  podemos tener una actitud totalmente superficial, similar a la de muchos turistas que van, ven y gozan por unos instantes, para regresar a sus tierras natales, descansados, relajados y llenos de nuevas  anécdotas y  cargando siempre uno u otro souvenir como recuerdo de sus aventuras. Pero también habrá viajeros que realmente se encuentran intrigados por conocer las diferencias y semejanzas culturales y contrastarlas con las realidades de su país. Todos aquellos que están siempre ansiosos por aprender y enseñar y  que viajan con profusa motivación e interés y sobre todo, con una mente abierta y un gran umbral de tolerancia hacia lo desconocido, siendo aquellos que sí están dispuestos   a vivir y saborear la gran aventura de la vida misma y no importa dónde se encuentren; son las personas que  toman riesgos y que no permiten que las circunstancias se aprovechen de ellos, porque ponen en alto los valores y derechos universales y también porque están dispuestos a compartir y colaborar, siendo a la vez, solidarios y altruistas. Pero lamentablemente también hay otros que realmente emprenden su travesía con una gran dosis  de aprensiones y temores, incluso de  irritabilidad y casi hostilidad hacia lo nuevo y lo diferente, enfocándose constantemente en las diferencias culturales, quejándose de todo y de todos y convirtiendo pequeñas “metidas de patas” en grandes catástrofes, sufriendo a causa de ello  de  estrés y  frustración, aunadas a profundas nostalgias  y ansiedades. El resultado de esta inquietante actitud y predisposición durante un viaje o una prolongada estancia en el extranjero será siempre algo equivalente a  “nunca querer estar feliz”, siempre comparando negativamente  con lo que es, o haya sido  con lo que hay en casa y no valorar y disfrutar nunca lo nuevo y lo diferente. Estos “extranjeros”  sufren literalmente  de una serie de síntomas psicosomáticos como estrés cultural siendo sacudidos por la fatiga, la pérdida o el exceso de apetito, una constante preocupación por su salud y hasta buscan  refugio en el alcohol y las drogas, lo que los puede llevar a verdaderos líos legales y padecimientos en detrimento de su bienestar. Tristemente, estos visitantes en muchas ocasiones muestran actitudes de superioridad, arrogancia y hasta prepotencia acerca de la cultura local que transitan. Ahora bien, imagínese dos escenarios: uno sería,  tener de visita en casa un personaje de este calibre y el segundo, portarse así en casa ajena. ¿Cuál sería nuestra propia reacción hacia él o ella? Aplicaría el viejo dicho: “Las visitas con como el pescado, al tercer día…” O bien, en un tono de indiferencia, como muchas de las generaciones jóvenes comentan: ¡“X”!.  Entonces… Viajeros o anfitriones, ¿qué tal si le quitamos los adjetivos negativos y prejuicios a la vida y a lo extraño o extranjero?  Permitámonos  enfrentar  las nuevas experiencias y encuentros con un poco más de humor y una mejor perspectiva para sentirnos gradualmente más familiarizados con lo nuevo y ahora ya no tan desconocido que esta travesía nos dio la oportunidad de conocer.

Para ello podemos  empezar por hacer un esfuerzo, aunque sea mínimo por aprender un par de vocablos nuevos y ajenos y poder saludar  o dar los buenos días, por ejemplo en italiano, ruso o chino según sea el caso, porque un  relajado ¡Ciao!  acompañado por una sonrisa sincera tendrá siempre más encanto que una comunicación no verbal  a manera de mueca inexpresiva o forzada, acompañado por un penoso silencio y ni hablar de alzar una copita con un genuino “ Nastrovje” frente a un ruso. Seguramente con eso no solamente se romperá el hielo de la copa, sino también, entre las personas. Aceptar los alti-bajos de la vida no tan cotidiana durante los viajes o estancias en el extranjero traerá  cosas positivas, como una sensación tenue pero satisfactoria de sentirse de nuevo casa y darse cuenta que YA somos parte de una nueva cultura, donde también prevalecen los valores universales de libertad, igualdad, solidaridad y sobre todo del respeto y de la paz y quizás más importante, ser capaz de hacer amigos  y sentirse aceptado e integrado en un entorno distinto.

En plenaria, para que este proceso de integración se pueda dar, uno tiene que poner de su parte, es decir, mostrar verdadero interés, suficiente sensibilidad y respeto por  la nueva cultura,  y no adoptar los estereotipos  raciales que lamentablemente se siguen difundiendo en un gran número de medios como el cine y que se basan  en diferencias étnicas y culturales, considerando inferiores a personas de distinto color, lugar de origen o cultura, catalogándolos incluso como terroristas, delincuentes o tontos.  Las claves para un buen encuentro intercultural y  para evitar situaciones penosas y criticables  son: observar antes de actuar para así familiarizarse con las costumbres y el comportamiento local, apreciar en lugar de despreciar las diferencias y buscar las semejanzas, adaptarse en lugar de rechazar y comparar y por último, mucha paciencia, un  protocolo de buenas costumbres  y tolerancia para convertirse entonces en  un  auténtico embajador cultural

 

P.S.: Divertido vídeo cultural sobre qué hacer y qué no hacer: http://www.youtube.com/watch?v=tRl6ALEjeV0   referencia a la obra clásica del “ Ugly Americanhttp://www.imdb.com/title/tt0056632/

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