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Crónicas sudcalifornias: ANIVERSARIO DE UN ATROPELLO

Escrito por Eligio Moisés Coronado en Martes, 26 Enero 2016. Publicado en Crónicas Sudcalifornias, Historia

El martes 17 de noviembre de 2009 apareció publicado en elBoletín oficial de la Federación el acuerdo del director general de Geografía y Medio ambiente, Mario Alberto Reyes Ibarra, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) "mediante el cual se actualiza el Registro Nacional de Información Geográfica respecto del nombre geográfico de la Isla Cerralvo por el de Isla Jacques Cousteau."

Según el transitorio único respectivo, dicho acuerdo entró en vigor el día siguiente de la publicación.

En mi calidad de ciudadano sudcaliforniano, en pleno uso de mis derechos constitucionales, me permití expresar a dicho funcionario la mayor 
inconformidad por lo que desde entonces he considerado una flagrante arbitrariedad, al pretender sustituir el nombre oficial de esa isla de Baja California Sur, que data del siglo XVII y pertenece consecuentemente a la toponimia, la historia, la cultura, la tradición y la identidad del pueblo de esta entidad federativa.

De manera respetuosa le sugerí reflexionar en ello y, en el mejor de los casos, retractarse de esa acción que agraviaba ostensiblemente la dignidad y soberanía del Estado Sudcaliforniano, independientemente de la acción de inconstitucionalidad y otros recursos procedentes que emprendimos los interesados en revertir dicho acuerdo atentatorio contra nuestros derechos individuales y sociales.

Antecedentes históricos

En la crónica del primero de los viajes de exploración del capitán Francisco de Ortega a nuestra California, en 1632, se lee que 

“...dejaron al fin las costas de Sinaloa el primero de mayo, y tras cruzar la entrada del golfo, llegaron el día de la Santa Cruz [3 de mayo, fecha coincidente con la del arribo de Hernán Cortés al mismo lugar hacía ya 97 años]. Ortega, en homenaje al virrey que lo había despachado, la bautizó con el nombre de Cerralvo, que hasta la fecha conserva.”  

La gratitud era explicable, pues a pesar de la real cédula de Felipe IV que ordenaba suspender toda exploración a las Californias en vista de los fracasos enfrentados en ello desde casi un siglo atrás, el virrey Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, consiguió la autorización necesaria para que Ortega cumpliese su proyecto de navegar a California.

El estudio sobre este interesante personaje se debe al doctor Miguel León-Portilla, con el título de “El ingenioso don Francisco de Ortega, sus viajes y noticias californianas, 1632-1636”, publicado por la UNAM. Puede leerse enhttp://www.ejournal.unam.mx/ehn/ehn03/EHN00304.pdf 

Antecedentes jurídicos

La Ley Orgánica del Territorio de la Baja California Sur, reglamentaria de la base 2ª. de la fracción VI del artículo 73 constitucional, aparecida en el Diario oficial de la Federación del 20 de febrero de 1971, en su artículo segundo, párrafo segundo, expresa:

“En relación con el artículo 48 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, quedan comprendidas bajo la jurisdicción del Territorio las islas que a continuación se mencionan: Natividad, San Roque, Magdalena, Margarita y Creciente, situadas en el Océano Pacífico; Cerralvo, Santa Catarina, San Juan Nepomuceno, Espíritu Santo, San José de Santa Cruz, Carmen, Coronados, San Marcos y Tortugas, situadas en el Golfo de California, y además las islas, islotes y cayos adyacentes localizados entre los paralelos 28° 22° 30' norte.”

Por su parte, la Constitución Política del Estado de Baja California Sur, promulgada el 15 de enero de 1975, es congruente con este señalamiento al especificar, en el artículo 34, fracción segunda, párrafo segundo:

“Quedan comprendidas bajo la jurisdicción del Estado las islas que a continuación se mencionan: Natividad, San Roque, Asunción, Magdalena, Margarita y Creciente, situadas en el Océano Pacífico;Cerralvo, Santa Catalina o Catalana, San Juan Nepomuceno, Espíritu Santo, San José de Santa Cruz, del Carmen, Coronados, San Marcos y Tortugas, situadas en el Golfo de California y, además, las islas, islotes y cayos adyacentes, localizados entre los paralelos 28° y 22° 30' norte.”

Quedaba de tal modo invalidada la argumentación del funcionario federal para expedir el acuerdo que pretende imponer el nombre de don Jacques Cousteau a esa isla sobre la cual aquel señor carece de autoridad alguna. 

Al parecer la isla Cerralvo ha sido especie de tentación en algunos ámbitos del gobierno federal. Recordamos que hace algunos pocos años, la SEMARNAP dispuso, también arbitrariamente y sin mediar consulta, como si Baja California Sur fuese tierra de nadie, la matanza indiscriminada de cabras en esa ínsula, lo cual hubo que detener al poco tiempo por el clamor social que ello suscitó.

Aquí se dieron expresiones de malestar y rechazo a la disposición mediante publicaciones en la prensa y la recaudación de firmas ciudadanas; por el contrario, ningún sudcaliforniano expresó estar dispuesto a aceptar el cambio de designación de su isla.

Ese territorio insular de 30 km. de largo y anchura de norte a sur hasta los 9 km. es propiedad de una persona física o moral. Eso es otro asunto que deberá ventilarse, quizá, en las instancias respectivas; aquí lo que importa es el nombre.  

Sin duda el señor Cousteau tuvo muchos méritos, y por ello fue instalado con su nombre el Observatorio de los Mares y Costas de México, en La Paz, lo cual contó con la aprobación de todos, y hasta una escultura del artista Salvador Rocha en el malecón de la misma capital de Baja California Sur, pero modificar en su honor el topónimo de una parte del patrimonio cultural sudcaliforniano es otra cosa. Y grave, de lo que se deslindó en su momento la Cousteau Society, por lo cual resulta claro que se trató de la determinación irresponsable de un empleado federal de cuarta categoría.  

Del ámbito oficial, sólo nuestras dos senadoras por entonces manifestaron su inconformidad al respecto, y cabe preguntarse si ahora, a seis años del atropello, habrá alguna autoridad local que se interese por este caso y promueva la derogación correspondiente.
   
Seguimos esperando.

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