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De buena fe: EL PATIO DE MI CASA

Escrito por Liliana Castell Ruiz en Miércoles, 06 Abril 2016. Publicado en Derecho, Sociedad

Hoy después de muchos años quedó tranquila mi conciencia.  Deje le platico mi estimado lector,  hace unos días yendo rumbo a mi casa vi a un señor vendiendo mangos con chile y eso me hizo recordar mi niñez; en especial una ocasión, jugando con  los del barrio en el patio de mi casa, que igual que el de la canción se barría y regaba como los demás, se nos ocurrió cortar mangos del árbol  de la vecina (que por cierto era nueva en el barrio), nos subimos al techo para facilitar la faena,  en eso estábamos cuando de repente sentimos una lluvia de agua fría en pleno agosto, pues sí, mis estimados lectores, era la vecina que nos sorprendía con gritos, y quería reprendernos por "robarle los mangos"; eso fue lo que dijo, además de la amenaza de llamar a la policía.  Ya se imaginarán la correteada, salimos en estampida; y ya imaginarán la chicotiza de nuestras madres por llegar empapados; pero, ¿estábamos en realidad haciendo algo malo? ¿Será justo que nuestro vecino no nos permita cortar las ramas secas de sus árboles? Porque, además, estas representan un grave peligro ya que en cualquier momento pudieron caernos en la cabeza, pues daban hacia nuestro patio que se barre y se riega como los de antes. En el  Articulo 1018 del Código Civil para el Estado de Sonora dice en su primera parte "Si las ramas de los árboles se extienden sobre heredades,  jardines o patios vecinos, el dueño de estos tendrá derecho de que se corten en cuanto se extienda sobre su propiedad." Y yo agregaría que el dueño del patio podrá cortar toda la fruta que de esas mismas ramas caigan y comérselas o hacer con ellas lo que venga en voluntad, porque además nuestro código en otro artículo  prohíbe que  se planten árboles de cualquier tipo a menos de dos metros de distancia del lindero del vecino. Ya sé que estarán pensando más de tres lectores en los árboles colindantes con su vecino y las veces que habrán discutido por esa razón. ¿Y cuál sería la sanción de no cumplir con este artículo? Estimado lector mejor que adentrarse en un juicio que a la larga resultaría más costoso, deje que el vecino se coma los mangos, siga en armonía con el prójimo. Conclusión: ahora descanso al comprobar que no hicimos nada malo, sino jugar y saciar el deseo de saborear un delicioso mango en aquella calurosa tarde de agosto en el patio de mi casa que la vecina en esa ocasión regó, más no barrió.

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