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Diálogos en pareja: Lo tuyo, lo mío, lo nuestro

en Sábado, 08 Octubre 2016. Publicado en Amor

 

Conforme los años pasan y crecemos desarrollamos un sentido de pertenencia muy particular, aprendemos que existen cosas que nos pertenecen, única y exclusivamente a nosotros, como una prenda favorita o un gusto en particular. Sin embargo, por medio de nuestros padres aprendemos que hay cosas que son de un uso general como los juguetes (en el caso de tener hermanos) o la ropa, incluso los muebles o nuestro tiempo (como cuando nos “obligan” a ir a lugares a los que no tenemos deseo de asistir).

Este tipo de enseñanzas tienen el fin de dibujar en nosotros una personalidad compasiva, caritativa o qué sé yo; suponiendo que en el futuro muchas de éstas actitudes nos ayudarán a llevar una sana relación, de cualquier tipo que ésta se trate. Pero a la hora de la hora,  nadie se encuentra completamente capacitado cuando se trata de un compromiso en una relación amorosa.

 

En la actualidad, se espera que la mayoría de los jóvenes adultos estén cien por ciento preparados para el momento de establecer un compromiso formal (incluso si se trata de una unión libre). No obstante, lo primero que podemos destacar es que muchos de ellos se topan con un panorama completamente diferente.

Algunos conocedores de este tema no podrán mentir, ya saben lo que dicen “al menos que vivas la experiencia no puedes saber de qué se trata”, y no es para menos. En el instante en que una persona decide salir del nido y volar, comienza su aventura hacia la independencia.

En muchas ocasiones, ya sea que comencemos a vivir con la pareja sentimental  en matrimonio o en unión libre, encontraremos diversos problemas,  los más frecuentes van desde la responsabilidad compartida (gastos, gastos y más gastos) hasta la aceptación de algunos “malos” hábitos (¡Qué baje la tapa del baño! Por decir alguno).

Y es precisamente el punto económico el principal problema que nos gustaría abordar, pues para muchos novatos en asuntos financieros el tener que “mermar” o considerar un gasto del ingreso fijo, se puede convertir en algo verdaderamente frustrante. Si no se administra bien, a la larga es algo que no permite el goce del sueldo (¿Pensabas que al vivir juntos los gastos iban a ser menos? Pues te equivocas, bien dicen por ahí: y vendrán cosas peores…)

Si bien lo anterior no es tu caso, podemos asegurarte que cuentas con la suficiente madurez económica y mental para tener una relación de convivencia. Sin embargo, antes de dar el salto siempre es bueno reflexionar si estás preparado para mantenerte por tu cuenta, pues una vez que lo has hecho tu dinero pasa a formar parte de algo más.

El primer cambio que notarás es que una gran parte de tu sueldo pasará a formar parte de la cuadrilla “pago de deudas” y de no pagarse éstas podrían causarte un problema a futuro, por ello es importante que ambos establezca un verdadero compromiso. De no cumplir con esa responsabilidad estarían afectando la economía de los dos pues hay pagos que son indispensables e inevitables.

Otro de los grandes cambios podrás percibir es que “tus cosas” pasarán a ser más valiosas que lo que eran antes,  pues ahora te costará más trabajo obtenerlas y por eso mismo las cuidarás como nunca. Así que será normal tener alguna que otra discusión si no mantiene las pertenencias de ambos en buen estado, y mejor no hablar de lo que se consiga con el esfuerzo de los dos.

Por otro lado, comenzarás a ver la vida por dos en lugar de uno. Por ejemplo, pensarás en comprar doble helado de chocolate en caso de que se le antoje a la otra persona y así pasará con la mayoría de las compras a futuro, pues es inevitable preocuparse por tu pareja y su situación a tu lado.    

Independientemente del tipo de acuerdos que tengan, en algún punto varias o algunas de tus pertenencias pasarán a ser compartidas. Así que no hay porque alarmarse, pero si no estás dispuesto a compartir algo deberás dejarlo en claro, y la mejor forma de hacerlo es comunicarlo de manera clara y directa.

 

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Un consejo adicional, antes de despedirnos: recuerda, comida que entra en el refrigerador pasa a no tener dueño. Al menos que tenga nombre y apellido ¡Hasta la próxima ocasión! 

 

 

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