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Metal muerto, capítulo II: Diez pesados pies

Escrito por Francisco Amador García-Cólotl en Lunes, 16 Febrero 2015. Publicado en Literatura

Victorious march

Amon Amarth

 

La maga negra le había dicho que con los cuatro guerreros se sentiría poderoso y no mintió, mucho menos exageró; los cuatro guerreros que lo acompañaban marchaban tan estruendosamente, que sus pisadas se confundían con el motor de la potente motocicleta mientras serpenteaba entre las calles del puerto con el fin de huir de la escena. Había abandonado el lugar sin sentir piedad y la furia continuaba en su corazón. Aunque la ira no se desvanecía con aquella venganza, gruesas lágrimas rodaban por su rostro. Su determinación no permitía remordimiento, las llamas de la casucha crecieron inusitadamente y el humo, tan negro como jamás lo había visto, debía estar cubriendo los cuerpos de aquellos a quien dirigió tan atroz tarea. Temblaban sus manos, asidas al manubrio, por la adrenalina y la excitación que poco a poco se confundían con miedo y rencor. El ocaso se pintaba de rojo, los guerreros lo acompañaban y tuvo la certeza de que sus días estaban contados mientras sentía el frío de los guerreros entre sus ropas. Repasó las escenas mentalmente y se dio cuenta de que sólo había usado tres de los cuatro guerreros. Luego manejó al norte de la ciudad, hacia donde una esfera candente levitaba en el rojizo atardecer sobre la bahía. Se internó por una brecha hasta un lugar solitario junto al mar. Ahí agradeció a los tres guerreros y los lanzó al mar. Guardó el que no había usado en una alforja de la moto, de donde sacó una botella de licor de la cual bebió desesperadamente. Luego de terminarla, durmió exhausto junto a su vehículo. Entre los ruidos y la oscuridad del desierto, se soñó junto a los cuatro guerreros, marchando estruendosamente, con heridas y manchas de sangre, muy erguidos y sin hablar, hacia un atardecer muy rojo que producía brillos de ese mismo color en el metal de las espadas.

 

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