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Pánico de género

Escrito por Alejandro Daniel Álvarez Arellano en Miércoles, 13 Noviembre 2013. Publicado en Equidad de género, Opinión, Política

Hace unas semanas publiqué el artículo ‘La compleja equidad de género’ donde en síntesis refería cómo en el marco del 60 aniversario del voto de las mujeres en México el presidente Peña Nieto enviaría al Congreso de la Unión una reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales para que los partidos políticos pongan a mujeres en el 50 por ciento de las candidaturas para diputados federales y senadores como una forma de profundizar en las políticas de equidad de género. En esa misma nota formulé la pregunta: ‘¿sólo existen el género masculino y femenino en el mundo?’,

Después recordé los avances que en materia de aceptar una tercera opción se han dado en algunos países como Alemania, Australia y Suecia. En su más reciente colaboración en el diario Milenio el analista y escritor Luis González de Alba (Transgéneros: amenaza a espacios femeninos) aborda el tema en una particular faceta, la aparente – o real – amenaza que sienten las mujeres de perder ante los transgéneros los espacios del reparto de equidad de género que al sexo femenino les corresponden según lo establecen las ‘cuotas de género’. Académicos norteamericanos estudiosos del hecho han llamado a este estado “pánico de género” y lo ilustran con la anécdota de tenistas mujeres que se han negado a competir con mujeres transgénero (o sea personas nacidas hombres que han adoptado quirúrgicamente las características genitales femeninas) por considerarse en desventaja. Podemos añadir a esto el escándalo que ocasionó hace cuatro años la atleta sudafricana Caster Semanya después de ganar una medalla de oro en el mundial de atletismo en Berlín cuando funcionarios deportivos europeos reconocieron haber sometido a la atleta a estudios de género sin su conocimiento encontrando altos niveles de testosterona por lo que pusieron en duda la validez de su triunfo como competidora femenina. El caso indignó a las autoridades sudafricanas  que se refirieron al hecho como "racismo del más alto orden" y como una “acción humillante, sexista y racista”. Según estas autoridades africanas hubo varias atletas blancas que tenían rasgos masculinos y que nunca fueron sometidas a ningún tipo de pruebas y que el trato dado a Semenya era “sólo porque ella es negra y superó a todas sus rivales europeas".  No les falta razón a las autoridades africanas si se recuerda el caso de la princesa Ana de Inglaterra que en 1976 se le exentó de someterse a los estudios a los que deberían someterse todas las atletas olímpicas para verificar su sexo, la ascendencia ‘noble’ de la princesa le evitó pasar por lo que argumentaban ‘mal rato’ al someterse al estudio de verificación de sexo. Volviendo al tema de la atleta sudafricana la presidente de la Comisión Médica del Comité Olímpico Internacional (COI) en apoyo a la atleta explicó: ‘Ya durante el control antidopaje se obliga a los deportistas a desnudarse para estar seguros de que la orina que suministran procede de sus uréteres. Evidentemente, un hombre disfrazado de mujer no pasaría esa prueba. Además, los análisis nunca son concluyentes y pueden ser injustos con atletas que presentan alguna anomalía genética o pertenecen al llamado género intersexual’.

Hace apenas unos días se inició un escándalo en contra de la futbolista sudcoreana Park Eun-Son, goleadora máxima de la liga profesional femenil de ese país. Entrenadores de los equipos rivales han amenazado con boicotear el campeonato si esta jugadora sigue en la liga, su argumento es que la estatura y complexión de la jugadora corresponden a un hombre. Tanto los directivos del equipo de Park como los directivos nacionales señalan que esta futbolista ya pasó anteriormente pruebas de identidad de género y formó parte del equipo nacional de Corea del Sur en la Copa del Mundo de 2003 y la Copa de Asia Oriental de 2005.

Una cosa interesante en ambos casos es que los escándalos surgen ante el triunfo de mujeres cuyo sexo se pone en duda, si la sudafricana hubiera llegado en quinto lugar y si la coreana anotara un gol cada cinco partidos seguramente a nadie le preocuparía su sexo. Otra cosa interesante es que el caso contrario no se observa. Es decir, que los hombres no se han manifestado contra la participación de transgéneros en deportes masculinos o no han impugnado el triunfo de una persona que presente características femeninas en competencias masculinas. 

En el caso del ambiente político Luis González de Alba plantea la siguiente circunstancia: “Los partidos políticos ¿qué harán? La militante del PRD nacida hombre y reasignada al género femenino, ¿entra en la cuota de mujeres? Ella diría que sí, los hombres también. Las mujeres dudarán en admitirla. En la ONU, la UNESCO y el UNICEF… ¿<los transgéneros mujeres> entran en la cuota femenina o no? Muchas mujeres nacidas mujeres dicen que no”.

En el caso del deporte, señala el mismo González de Alba, el problema está más o menos resuelto a través del documento conocido como  ‘Consenso de Estocolmo’ que “marca con rigidez los detalles que gobiernan los cuerpos de los atletas, desde sus niveles de hormonas hasta sus genitales. Por ejemplo, gente con genitales masculinos tiene prohibido competir en Olimpiadas como mujeres, aunque un hombre sin pene puede competir en las categorías masculinas”. Como puede verse la realidad es mucho más compleja que el simple reparto 50-50.

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