• werr
  • wer
  • weeee

TIERRA

Escrito por Ramón Cuéllar Márquez en Miércoles, 10 Junio 2015. Publicado en Literatura, Poesía

 

Hace tiempo que la tierra condujo tu carne hasta sus íntimos

[latidos,

y te habló y te hizo de barro, y las cosas se fueron

[pareciendo a la vida.

Deja que los cimientos del fuego te hagan crecer

[desde las raíces,

que los animales invadan con su aliento

[todos los rincones de la Tierra,

y que tus caricias recorran los ríos y los mares se levanten

[con la cúspide del sol,

que es un poco de ti, una porción de las estrellas.

Abres tu pecho y mis manos se iluminan, un calor a tierra

inunda las plantas, las montañas, y el corazón

[se acelera como las aguas

de un lago que es habitado por un grupo de misterios.

Estás moldeada de la sustancia con que fue hecho Dios,

[y al nacer Dios,

nació la luz para que la oscuridad tuviera un sentido

[y tuviera un principio.

Por eso la Tierra gira, y tus labios muerden la humedad

[del mar.

 

Un día el azul llegó a tu espíritu y ambos descubrieron

[el océano.

Abrieron la puerta y por ahí entraron las tropeladas

[de palabras,

se encontraron, se dijeron, y los ojos brillaron

[hasta el paroxismo.

Retomarás de tus entrañas el tiempo que consideras elástico,

como los camaleones cuando están cambiando

[de ropajes.

Pero nada podrá borrar tu sigilosa aventura,

porque aún para ti no es de noche, el día

[te tiene copada las cuerdas vocales.

 

Penetrarás hasta el abismo donde se encuentra el polvo

[que le da forma

a los nacimientos de la semilla, esa célula de tu mente,

descubierta desde la somnolencia, desde el latido interno

[de la costumbre.

Sueltas al mundo tus estridencias porque sabes que no puedes

[tenerlas en una jaula,

andan por el mundo, por sus tierras, levantando vientos

y rompiendo con las reglas creadas por el miedo a las cosas

[frágiles.

Nadie conoce sus aciertos hasta que no los vive en el miasma

[de sus noches,

hasta que a fuerza de insistir renacen los planetas

[y sus terquedades,

un dios que los crea y los impulsa alrededor de sus elipses

y sus círculos cerrados,

sostenidos por el aliento con está hecho el infinito

[y sus palpitaciones.

Estás fuera y afuera. Lo sabes, lo intuyes cuando el horizonte

[cruza por tus sentidos,

y tu vientre se yergue como un tulipán en espera

[del agua.

Entonces despierta la planicie del diamante,

pulido por esa agua y su diáfana respuesta.

Y sentir el fruto prohibido y los primeros minutos

[del universo.

Luego retornarás a los valles donde dejaste la sonrisa

[de los árboles,

de los ciervos y sus carreras estrepitosas ante las fauces

[del día.

 

Soltarás los confines por tus alas y se elevarán los mares.

Tu poesía recorre los perímetros de su aliento definiendo

[su ritmo,

como esos tamborileos de la lluvia sobre techos

[de asbesto.

No le has cantado más que a la prisión que no te deja ver,

y la nombras, y la traes con la constancia

[de la monotonía

para estar seguro de que todo lo que dices es mentira.

Lo niegas y lo vuelves a afirmar porque crees que de esa

[forma

la sonrisa tomará el rumbo de los soles cuando

[generen la vida en los planetas.

Dices lo mismo desde que echaste a andar la pregunta

[que te persigue,

la que sabes de antemano no tiene respuesta.

Y de pronto la emoción se trepará en tu centro y sembrará

los interruptores de tu luz, que iluminaron

[por unos segundos tu escenario,

donde actuaste tu vida sin máscaras, para volver

[un instante después

sobre los rieles que te dictaron los libros sagrados.

Vas por tu naturaleza preguntando sobre el origen

[de tu respiración,

y no haces sino sonreír porque las incógnitas

[no tienen sentido.

 

Lo dices y lo vuelves a decir, nada hay que no sepas ya.

¿Dónde está el espíritu que te lleva a la cima del silencio?

¿Qué mecanismo de tu carne detuvo la intemperie

[en la punta de tus dientes?

Abres la tierra con la experiencia que te otorgan los años

[que has vivido,

y sin embargo sientes que no lo has hecho

[más que en las yemas de tus dedos.

Ahora crees que en este tiempo todo cabe en tu nombre,

pero tu nombre es innecesario para cada instante.

Crees decirlo todo, pero la mariposa pronuncia su discurso

[sin saberlo,

y la sustancia se repite una y otra vez y la cotidianidad

[es un río que desconoce las palabras.

 

Tocarás la materia el día que la tierra traiga sus olores,

el día que traiga la humedad a tu patio, a tus fosas

[nasales.

No hurgues más en el foso donde todos construyeron,

porque lo que has encontrado son sonrisas muertas,

tantos siglos depositados en una urna para regocijo

[de los que han huido de sí mismos.

Caminarás como en el principio de los tiempos,

de las posibilidades remotas, ahí frente al mar,

[con las cazuelas ardientes,

con los tarros vacíos de agua, vacíos de vacío.

Reconocerás algún día que aquel mar no era más

[que el soporte de tu espíritu,

de la tierra sembrada que te heredó la perplejidad

[y la familia.

Vendrás de otro tiempo a ocupar el presente.

Llegarás con polvo de vidrios y visiones de las ciudades

[derrumbadas dentro de ti,

y presenciarás el impacto de la noche que te abre su boca

[y te muestra su matriz,

y las lágrimas aparecerán empujadas por el nacimiento

de cualquier criatura.

Las casas en las que has guardado tus serpientes,

[ya olvidaron sus paredes

y nada podrá reconstruirlas, nadie podrá edificar

[sobre sus fantasmas.

Que nada sea el yugo de esa jalea que te has untado

[con desesperación,

para que los hombres y las mujeres tengan sentido

[de sus penetraciones y jaloneos,

para que la estirpe detenga sus cadenas de sangre:

para que Dios entienda a Dios en su propio vacío,

[que es él mismo.

 

De todo y de nada está hecha la estrella que explota

[en tus cantos,

el fuego asciende por tus huesos, y tu médula se impregna

del calor que un héroe le robó al sol.

Suelta el sol. Suelta la casa que ya no es casa dentro de ti.

Suelta la palabra que rodea el nombre de la piedra.

Vendrá el horizonte a recoger los contornos de tu cuerpo

para agregar la línea que le hace falta a sus noches

[y a sus días.

Te sabrás parte del mundo cuando la jaula

[que te construyeron

se vuelva parte de tu cosas viejas, ésas que guardas en el baúl

[de tu mirada.

Creías que la tierra era tuya, pero era la tierra la que colmaba

[tu piel,

con la humedad de las lluvias traídas por los huracanes

[de septiembre.

Nada te pertenece, ni siquiera el aliento que ahora respiras,

ni las hormigas que hurgan dentro de ti.

 

Confiarás en la sustancia invisible que te derrota

[cuando duermes,

penetrado por una nueva forma que extiende sus alas

hasta tocarte las paredes que mezclas con la vida diaria.

Por unos meses estarás apartado,

entonces vendrán en tu persecución los signos que quedaron

[pendientes,

hurgarán en las huellas que fuiste dejando en otras islas.

Se callará por fin lo que te guiaba hacia el mar,

y no podrás ver que las gaviotas siempre estuvieron

[volando sobre tus hombros,

comiéndose los sentidos que ibas construyendo

[con los primeros pasos de una poesía que dejó de ser

[como la de Elliot o la de Pound,

porque han pasado tantos años y tu cuerpo ahora

[sólo entiende el curso del mediodía,

todas las horas protegiéndote de las inclemencias

[de las sombras.

Tal vez dejes de buscar.

Tal vez los frutos se deshagan y se disuelvan

[en tus palabras nuevas,

y tal vez nadie crea en este cabalgar que vas escribiendo

[para nadie, para ti, para la jaula abierta.

Tu poesía dejó ser un cuerpo de plástico para convertirse

[en vida.

Saldrás a la intemperie a jugarte el todo por el todo

[para que nadie quede conforme,

para que asustados ante la evidencia azul del espejo,

nadie te reconozca y te quedes solo y comprendas

[el extenso valle que tienes dentro,

donde las palomas aún vuelan después del ajetreo.

Tal vez dejes de buscar porque de pronto alguien te dirá

[que el día sólo tiene una fecha,

entonces la razón dejará de husmear en la sangre,

estarás conforme con la tierra que sembró las piedras.

 

Dejarás brotar las fuentes que llevas escondidas

[desde siempre,

y comprenderás que el agua y la tierra son dos elementos

[para el barro,

de lo que estás hecho tú, como el primer Adán

[que te hizo

en el instante del grito primitivo de tu padre y de tu madre.

Indagas en lo más recóndito de tu instante la respuesta

[que le dé paz a tu nombre,

pero no atinas, no sabes, caes en el mismo lugar,

[con esa precisión de los otoños.

Indagas y descubres con terror el tufo de un puerto

[abandonado,

donde permanecen los barcos con sus anclas encajadas

en un mar de sombras.

Pero las sombras se deshacen en tus manos al escribir

[con desesperación las paradojas

que jamás has comprendido, y dices suéltalo, y dices

[ya paren esto, por favor.

Pero nadie lo parará porque abriste la puerta y el teclado

[de la modernidad

persigue tus dudas para darte un lugar con tus propias

[palabras.

Sembrarás, dices, en la tierra que te dé la certidumbre

[de los frutos,

quizá como sus senos, quizá como ese amor que tocas,

pero no es tuyo, y es tuyo por instantes, y es lejano

y es próximo y es la tierra que amas.

Y la semilla crece.

Y el árbol será grande, y el tronco será fuerte y el espejo

[explotará

para hacer un nuevo universo donde los frutos se desharán

[al contacto con la boca.

 

Buscaste encender el centro de la duda y al encenderla

[te encontraste con la poesía.

Te aquietas por instantes y los versos te conducen

[como guiados por la luz,

por esas rutas que tienes plasmadas en las líneas

[de la mano.

Sube la belleza a darte un beso y se te abre el horizonte

[y se te cierra,

con esas ventiscas que por las tardes te visitan, atosigando

[los ventiladores,

la poesía se nombra y luego huye a su nuevo

[silencio, luego se expande,

luego toma la forma del cristal para que de nuevo la toques

[sin miedo.

No creas en el objeto-poema porque te miente

[como te miente el poema.

No creas en la poesía.

No creas en el verbo que desciende para romperte

[las entrañas con violencia,

no creas en no creer.

Y la poesía no será tu bandera sino tu cuerpo, sino tu sangre,

[sino tus pulmones,

sino todo aquello que ya no basta para levantar

[tus ánimos dentro del fuego.

Y la tierra será de fuego porque la poesía habrá destruido

[a la poesía misma.

Sólo la poesía puede callar a la poesía, tal como el sol

[enmudece a la noche.

 

Habrás visto que la tierra era sólo tierra y que se humedecía

[con Dios.

Frente a ti la vida tomará su aliento para hacerte un nuevo

[respiro.

Confirmarás los latidos de tu corazón cuando sientas que ya

[nada tienes que buscar,

porque simplemente no hay caminos.

Las transformaciones no llegaron con la búsqueda del oro,

sino derrumbando los pétalos que creaste con la música

[de Mozart y de Los Beatles,

y erigiste los jardines para olvidar a la gente

[y olvidar que todo estaba vivo,

y olvidar la oración que fue conformando tus células,

[una a una tras la sustancia,

hasta los confines del propio metabolismo que secretan

[tus dedos al escribir.

Pero ya el reposo apacigua el canto que crece en tus labios,

y se lanza por las orillas del presente para sentir

por unos segundos el impacto de tu espíritu.

 

Observaciones y apuntes para desnudar la materia, México, ISC, 2010.

Acerca del Autor

Déje un comentario

Estás comentando como invitado.