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Y seguimos pidiendo la palabra: HISTORIA MISTERIOSA Y CON FINAL PENDIENTE, PERO PROMETIDO

Escrito por Lucas Sin Chaveta en Martes, 26 Abril 2022. Publicado en Literatura, Política

Parte 4: “Por calientes…”

 

—Raúl —las palabras llegaron remotas y distorsionadas, las caras  parecían espejismos.

            —Doctor, ¿puede él escucharme?

            —Espere, tardará un segundo en recuperarse —Raúl parpadeó intermitentemente.

            —Está bien puede hablarle.

            —Raúl, ¿puedes entenderme?

            —¿Qué?… —dijo él.

            —Mi nombre es…Puedes llamarme Tool. Agente Tool —dijo el hombre.

            Raúl se fijó en él, era largo, de facciones duras y maltratadas.

            —Sabemos lo que pasó. El doctor Cool se encargó de obtener la información… Es su trabajo.

            El otro, rechoncho y pequeño, esbozó un gesto similar a una sonrisa. Ambos vestían  de traje. Parecían personajes salidos de un cómic o de una película. ¿Qué  era todo eso?

            —Sólo… —al hablar se dio cuenta que tenía la garganta seca —agua denme agua.

            El doctor Cool le alcanzó una botella con agua. La bebió de un trago.

            —Llévenme a casa.

            —No, no podemos hacerlo. Te buscarán. Ha pasado menos de una hora desde que te encontraron en el desierto. Ahora nos encontramos en una clínica en un pueblito al norte de la ciudad.

            —Con una chingada, perdí a mi hermano. Dicen que saben lo que acabo de pasar. No saben. Desde siempre te dicen que no confíes en gente rara, y ahí vamos de calientes. Ahora mi hermano está muerto y yo loco. No saben. Yo no tengo idea  —sus pupilas bailaron, las manos temblaban.

            —Sí, pienso que  puedo darte algo parecido a una explicación.

            Examinó su reloj de pulsera. Raúl lo miró con avidez.

            —Seré rápido, el tiempo se nos acaba.

            Una sombra cruzó la frente del muchacho.

            —Nosotros, agentes del Triángulo, somos enemigos del Círculo. Ellos te desean, creyeron que ya eras suyo. Te resististe (eso es muy admirable), eres duro, escapaste de sus manos y eso nunca había pasado…   

            — ¿El Triángulo? ¿El círculo? ¿Esto qué…? ¿Qué querían los otros? ¿Por qué me hicieron esto?

            —Muchas preguntas muchacho… Lamentablemente, las respuestas son confidenciales.

            —¡Puta madre! ¡Quiero irme ya!

            —Dejaremos que te agarren. No saben que estamos contigo, te necesitamos para poder encontrar su… base de operaciones la llaman, yo diría su cloaca… Serás como… ¿cómo ponerlo en palabras bonitas?

            —Nuestra rat…Nuestro caballo de Troya —murmuró el doctor Cool.

            Raúl, inquieto comenzó a entender, el terror volvió a su vientre en un reflujo ácido.

            —Exacto, nuestro caballo de Troya. No debes de preocuparte, te cuidaremos. En la parte posterior de tu cuello, en la base del cráneo, el doctor implantó un micro dispositivo desarrollado por el Triángulo, el cual entre otras cosas, nos servirá para localizarte en todo momento.

            Cobró conciencia del escozor en el área bajo la nuca.

            —No me frieguen y ¿cómo que entre otras cosas?,  ¡cuáles son las otras?

            Tool no contestó, vio de nuevo la hora, luego se asomó por la ventana  y buscó algo en el horizonte.

            —No te preocupes, todo saldrá bien.

            —¿Cómo no me voy a preocupar?

            —Es muy importante… Tal vez quieras  abordarlo desde el ángulo personal recuerda que se trata de los responsables de la muerte de tu hermano…Y si nos ayudas, puedes estar seguro de que pagarán.

Raúl permaneció impertérrito, por más furia que experimentara no estaba dispuesto a continuar internándose en esa intriga o lo que fuera. Desde el exterior el rugido de un motor quebró el silencio. Tool volteó hacia la ventana de la habitación, una escalera colgante se balanceaba al otro lado.

            —Llegó la unidad de transporte. Tenemos que irnos, sé fuerte.

            —¡Qué fuerte, ni que nada! ¡Espérate!

            Tool sin hacer caso abrió. Una corriente helada erizó los vellos del cuello de Raúl. Cool, se aproximó sin dejar de mirar abajo.

            —Muévete.

            No le quedó de otra que dar un paso hacia el vacío y sujetar la escalinata. Subió entre gruñidos. Tool lo siguió sin aspavientos. El zumbido de las hélices se fue haciendo difuso.       

            Raúl se sentó sobre la camilla y se masajeó los brazos. Desde ahí, a través de la ventana vio como el helicóptero se empequeñecía en el horizonte. Que se fueran los hijos de puta, él no iba a seguirles el  juego. Si su pretensión era que se volviera a echarse en espera de los del mentado círculo, se equivocaban. Se sacó las agujas intravenosas de los brazos y se levantó. Parpadeo. Escuchó gritos. Parpadeo. “Puta madre, ¿ahora qué?”. Abrió la puerta de un tirón. “¡Muévete pendejo, muévete!”. Corrió a lo largo del pasillo de azulejo blanco en dirección a las escaleras de emergencia.

            —¡Alto!

            Se atrevió a mirar a sus espaldas. Eran dos hombres con un círculo rojo bordado —el Círculo, el maldito círculo— en las solapas de sus uniformes. Su corazón latió con más fuerza al descubrir que le apuntaban con sus rifles.

            —Ni madre —bajó el primer peldaño.

            Miró hacia abajo y respiró hondo: serían unos cuatro metros. El golpeteo de las botas taladraba sus oídos. ¡Bum! ¡Bum! ¡Bum!. Lo acorralaron, había hombres en el pasillo y hombres abajo. ¡Bum! ¡Bum! y saltó. Mientras caía se percató de su estupidez ¿por qué lo hizo?, ¿por qué tras haber pasado por tanto, en ese preciso instante se dejaba dominar por el miedo? Estaba harto, sí, quizás quería que todo se acabara.

            Al tocar el suelo la tibia de su pierna derecha se quebró desgarrando el músculo. Apretó las mandíbulas para no gritar. No, no iba a permitirlo. Intentó avanzar y sus tobillos se doblaron. Se fue de bruces.

            Los uniformados se aproximaron sin bajar la guardia. Uno de ellos se acuclilló a su lado y tocó su yugular. Volteó hacia sus compañeros y movió la cabeza en señal de asentimiento.

            —El zorro vive. Iniciamos extracción. Debemos  llevarlo a la base en cinco.

            Lo sacaron del edificio. Dos hombres con batas blancas lo esperaban con una camilla y equipo médico. Mientras lo estabilizaban, Raúl vio la clínica en llamas; más arriba el cielo; la luna y las estrellas se derramaban como lava. Cerca, una aeronave los esperaba.

            Una jeringa se hundió en su vena. La sensación de sopor se extendió rápidamente por sus nervios. Cuando lo metieron en el vehículo ya no sentía dolor, sólo quedó un manto de ceniza por el que no pasaba la luz ni el sonido. La nave despegó en un remolino de sombras, Raúl también, en sueños. 

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