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Perfume de gardenias

Escrito por Marcos de Jesús Roldán en Lunes, 11 Mayo 2015. Publicado en Amor, Cuento, Literatura

…Tu cuerpo es una copia, de Venus,

de belleza que envidian las mujeres

cuando te ven pasar…

…Y llevas en tu alma

la virginal pureza,

por eso es tu belleza

de místico candor…

 

Ver su espalda desnuda, la sinuosidad de su silueta lateral, un lunar insolente que marcaba el sitio donde hasta hace un par de horas nacían un par de alas. Siempre es revelador observar el cuerpo que reposa a tu lado bajo la luz del amanecer: sin maquillaje, sin la tenue luz que oculta imperfecciones, sin la urgencia de llevar la conversación al plano horizontal, sin la apuesta implícita en ser hombre adulto, clasemediero y, más aun, mexicano.

Esmeralda no ronca, respira tranquila aun cuando cinco horas antes no sabía nada de mí.

Fue hasta que llegamos al Siete leguas, después que Daniel se pusiera necio y exigiera beber la próxima cerveza en su tugurio favorito, que ella supo de mí. Iba saliendo del salón rumbo a las escaleras, tomando la mano para guiar al afortunado que se atrevió.

No fueron pocas las que bebió mi amigo, yo no tal vez porque intuía que más tarde necesitaría lucidez y cordura, ja. Aun cuando había una pista nadie la usaba ni siquiera aquellas que bailan más por amor al arte que por la ficha.

Creo que todos esperaban verla salir. No por la imagen morbosa que acababa de ocurrir en aquel cuarto de 3 por 4 sin enjarrar, ni por ver – con envidia – la cara de satisfacción con que el lánguido acompañante bajaba por las escaleras, esta vez sin tomarse de la mano. También yo esperaba verla de nuevo, quiero creer que por motivos más ligados a mi profesión de cuentavidas que por mi condición de mirón – voyeur para engañar a mi conciencia con un

Galicismo.

Salimos a la noche para que el Danny pudiera respirar aire fresco, dejara de vomitar y buscara su cartera en el carro. Pensé si el mesero te lleva la cuenta sin pedirla es porque van a cerrar el congal o cree que no puedes pagar, viendo en el reloj la juventud de la madrugada la primer opción dejó de ser posible. Al fin dejó de vomitar, hizo un cálculo del valor de la cartera y su contenido terminando por jalarme hacia la barra por dos botes más. No vi cuando subió con el próximo cliente pero creo que esta vez bajó más rápido, tal vez porque ya estaba cansada de subir y bajar escaleras o tal vez porque ya me había visto observándola y creyó que tenía ganas o valor o dinero.

Con los botes servidos regresamos a la mesa donde intentamos conversar a pesar de las imágenes lúbricas y más que cachondas que la televisión transmitía en la esquina donde debería estar el San Martín Caballero, la sábila, las guirnaldas de ajos y la herradura forrada con un listoncito rojo.

No me sorprendió que llegara, arrastrando la silla cercana y con los restos de una bebida descolorida - buen detalle, me ahorró la ficha. Sin esperarlo o proponerlo, cumplimos las normas de cortesía y me hallé conversando amenamente con quien dijo llamarse Esmeralda, por mis ojos. Como todas insistió en decir que era su nombre verdadero pues a mí no me quería mentir, otro ja. Me habló de su Tijuana natal, su recorrido por los lugares más comunes del inframundo fronterizo. Contó sobre su hija – destino de todo lo ganado con el sudor de su hermoso, delgado y transitado cuerpo.

El Danny se sintió ignorado y para llamar la atención y romper el clinch visual pidió una ronda para todos. Dos cervezas y una bebida para muchacha, pero del fuerte, del que pega y volteando hacía mí Me la merezco, ya no voy a hacerlo por dinero, ya acabé la noche. Y diciendo eso deslizó su pie descalzo sobre mi pierna. No bebimos mucho, ella quería salir y conocer otros lugares pues desde su llegada al puerto todas sus noches habían sido de trabajo. Mi compañero propuso un lugar más abyecto que el Siete Leguas y terminamos estacionados frente al Garibaldi, vertedero al que tarde o temprano llegaba toda la fauna nocturna, mutantes y dioses egipcios como el buen Mitre.

Al llegar sus colegas la miraron con recelo y con cierta frescura aclaró No vengo a fichar, vengo a verlas bailar. Y si, efectivamente, nos sentamos alrededor de la pista y no pasó mucho para que Daniel sacara los dólares agitándolos para atraer a Yahjaira, recién traída de los mejores bules de Culichi para regocijo de todos ustedes ¡cabrones calientes! Entre rutinas de Nicoles, Kates, Lisas y Angies seguimos hablando de su vida y llegó el momento de contarme que su último novio la había chingado: se quedó con el dinero que le dio a depositar, con el vestuario y con su confianza.

Nuevamente las palabras arrastradas del Danny y el tono de voz suplicando atención me indicaron que debíamos salir de ahí, lo llevé a su auto y nos encaminamos al hotel. Agradezco que ella me permitiera imaginar algo más que la renta de su presencia, lo que no perdono es haber comprado condones de oquis.

¿Cómo terminé admirando su espalda? No lo sé. Recuerdo me permitió desnudarla, que la escuché nuevamente mientras comprobaba lo maltrecho de su corazón – un latir adolorido – palpando y acunando su firme seno 34 – B. En algún momento me preguntó por los preservativos y dudando dio el siguiente paso: se tendió a mi lado y respirando su aliento, su sudor, su aroma a gardenias escuche un Me gustas mucho como para cobrarte pero aun quiero a Gabriel, es muy pronto para otro novio.

La dejé dormir, me acoplé a su cuerpo mientras comprobaba la talla de su copa. La arrullé preocupado por no despertarla, después de todo habían sido muchas escaleras para una noche de lunes.

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