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Voyeur

Escrito por Marcos de Jesús Roldán en Lunes, 23 Marzo 2015. Publicado en Cuento, Literatura

- ¿Has escuchado esas historias de feria donde presentan a la mujer rata, la niña serpiente, el hombre perro o la musaraña humana? -

- ¿Las has visto? ¿Has comprobado que son reales? ¿Crees que son un truco de espejos? -

- ¿Te preguntas si será posible que una maldición te alcance? ¿Crees qué los que más amamos nos puedan maldecir? -

- ¿Alguna vez has tenido deseos de hacer algo, aun sabiendo que está prohibido? ¿Alguna vez lo has hecho? ¿Te has dejado llevar por la  volatilidad del momento? ¿Has roto la fragilidad de un “No”, de un “Sí”... de un “Tan solo”? -

- Yo no creía en esos cuentos, en las maldiciones y los encantamientos. Mentiras, decía. Tampoco creía capaz a mi esposo de maldecirme, así nomás, por no hacerle caso a sus reclamos y andar volando de flor en flor -

- De fijar estos ojos en otros pistilos, de probar y paladear muchosnéctares, de llegar embarrada con el polen de alguien más. De sentirme atraída por todas las flores del campo -

- Dime ¿Alguna vez habías hablado con una mariposa? -

Dicho eso, la palomilla se alejó volando entre los puestos de la feria que había llegado al pueblo apenas esta mañana. Alcancé a verla dando vueltas al foco que iluminaba la mesadel prestidigitador quien pasaba la bolita de canasta a canasta, de mano a mano, y el dinero, de bolsillo a bolsillo.

No me conmovió – Otro milagro de feria – pensé y seguí caminando entre lasmesas de las garnachas, los juegos mecánicos y atracciones inverosímiles; entre el olor del algodón de azúcar y el aceite rancio, el polvo levantado y la peste a meados que llegaba de las casetitas azules.

Esperé un rato, de pie a un lado del puesto de canicas y de los globos y dardos, frente a los carros chocones. La vi pero no iba sola. Él la tomaba de su mano, la derecha, mientras la zurda sostenía la de su hijo pequeño. Una perfecta foto familiar: El socio, la infiel y el bastardo.

La vi nerviosa. Seguro me presentía, igual y alcanzaba a olerme. Llamé a sus número pero no estaba disponible, o apagado. Tiré el cigarro, lo pisé con la punta de la bota y me calé el sombrero.

Al dar la vuelta algo chocó con mi cara y por instinto manotee agarrando al vuelo ese pequeño objeto que rebotaba en mi frente.

Una palomilla aplastada, con las alas rotas y el polvo brilloso embarrando mi mano derecha. La limpié en el pantalón restregándola varías veces y me alejé de ahí.

Satisfecho encendí otro cigarro. No todas las noches se puede acabar con el sufrimiento de un animal indefenso.

 

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