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Serendipia: UN CIENTIFICO MEXICANO. MAXIMILIANO RUIZ CASTAÑEDA

Escrito por Arturo Meza en Martes, 04 Marzo 2014. Publicado en Ciencia, Salud, Tecnología

La llamada Primera Guerra Mundial, también se  llamó la Guerra de las Trincheras. Los combatientes peleaban cada centímetro de terreno y llegaban a pasar meses apostados en sistemas laberínticos de trincheras. Ahí dormían, comían, evacuaban, hacían vida social, etc. así, la escasa higiene, el hacinamiento,  produjo entre las trincheras, una cantidad impresionante de ratas, solo era cuestión de tiempo para que aparecieran las enfermedades y así apareció “la fiebre de las trincheras” que hoy nadie duda que mató muchos más soldados que la propia guerra.

Luego se descubriría que el causante de “la fiebre de las trincheras” era una bacteria del tipo de las rickettsias que habitaba a una pulga que a su vez, parasitaba a las ratas que invadían las trincheras. Era el tifo, una enfermedad infectocontagiosa, febril, debilitante y mortal que en la antigüedad llamaban genéricamente como “la peste”. Hasta ese momento no había ni antimicrobiano que la combatiera ni vacuna que la evitara. La guerra terminó en 1918, Maximiliano Ruiz Castañeda acababa de matricularse en la escuela de medicina de la UNAM. Al terminar la carrera con honores, el Dr. Gustavo Baz, paisano y admirador de su trabajo de tesis acerca de los ciclos vitales de varios artrópodos, lo ayudó para que hiciera un postgrado en bacteriología nada menos que en el Instituto Pasteur. De regreso en 1927, sin apoyos, sin interés de las autoridades, pero con un enorme impulso de investigador, improvisó un laboratorio en los almacenes del Hospital General de México, donde prosiguió sus estudios acerca de pulgas, garrapatas, piojos,  que suponía, que al igual que el tifo murino, estos pequeños bichos podían ser vectores y huéspedes de bacterias y virus. Publicó extraordinarios ensayos acerca del asunto.

Cerca de diez años trabajó y publicó abundantes observaciones al respecto, algo que llamó la atención de algunos laboratorios de los USA que necesitaban conocimientos al respecto. En 1937 fue fichado por la Universidad de Harvard con una oferta irresistible: un sueldazo, casa, transporte, laboratorio, ayudantes, pocas clases y acceso a una de las mejores bibliotecas del mundo. El ofrecimiento era irrechazable para un científico que había trabajado entre penurias e incomprensión. Ruiz Castañeda accedió y se fue a Harvard. Pronto se encontró con un problema: el ambiente era tan limpio, tan escrupulosamente higiénico que no encontraba pulgas ni piojos para trabajar. Se puso a buscar varios kilómetros a la redonda sin encontrar lugares insalubres donde se criaran y maduraran los artrópodos que requería para experimentar.

Un día de regreso a la universidad, cogió un camino diferente al que siempre usaba y se encontró con la actividad del muelle del Río Charles, el ir y venir de marineros e inmigrantes, el tráfico de mercaderías, las cantinas, el alcoholismo, la pobreza. Fraguó el plan de acudir por la noche, invitar a tomar al más desarrapado vicioso que encontrara, ya borracho perdido, lo escudriñaría para quitarle los piojos. Así lo hizo. Cuando finalmente al punto de la madrugada, su inopinado invitado cayó de borracho sobre el muelle, Ruiz Castañeda empezó a espulgarlo, estaba tan concentrado en la labor que no se dio cuenta que la policía se acercó y antes de que recompusiera su posición, el investigador ya estaba siendo arrestado mientras le leían sus derechos. Trató de explicar el asunto pero la policía cumplió con su deber. Lo llevaron a la barandilla donde se rieron de su increíble explicación.

Finalmente hablaron a la universidad, todo se arregló pero a partir de esas pulgas, Ruiz Castañeda, junto con el Dr. Hans Zinsser pudieron elaborar la vacuna contra el tifo una enfermedad causada por una bacteria del tipo de las rickettsias que expulsan en sus evacuaciones las pulgas que parasitan a las ratas. En sus experimentos dicen que Ruiz Castañeda llegó a colocar enemas para que los piojos y pulgas evacuaran para conseguir las rickettsias que necesitaba para trabajar.

De regreso a México siguió trabajando en el laboratorio del Hospital General, ahí pudo elaborar el medio que lleva su nombre que los químicos utilizan para cultivar y aislar brucella, un muy ingenioso sistema que también se conoce como “la botella de Ruiz Castañeda”. También cultivó Vibrión cholerae, la bacteria  que produce el cólera. Ruiz Castañeda fabricó una vacuna del cólera, obligatoria para viajeros a países endémicos.

El en el Hospital General, entre la unidad de patología y su laboratorio crecía el maguey -de Ruiz Castañeda- un maguey que todos los años producía un aguamiel que creía el investigador, que por las maneras en que se producía y fermentaba, ahí debería haber antibióticos, nunca, lo demostró pero descubrió un proceso para hacer champaña del aguamiel. La única botella de champaña que extrajo de ese maguey –con un sofisticado y costoso procedimiento químico- la compartió con el presidente López Mateos cuando Don Maximiliano recibió uno de los muchos reconocimientos que recibió en vida.

Fue un científico de lo más inquieto, no había problema para el cual no planteara una solución. Le interesó, por ejemplo, el fenómeno de la homosexualidad, del ADN, de las enzimas, de las alergias, a final de su vida trabajó en el Hospital Infantil de México en el estudio  del retraso mental de niños con Síndrome de Down. Por cierto que la patente del medio de Ruiz Castañeda, la donó  a  este hospital.

Don Maximiliano pudo ganar el premio Nobel junto con el Dr. Zeiss  de no ser por la fumigación con DDT, la sustancia que arrasó con ratas y sus parásitos. Igualmente, las mejores condiciones de urbanización, el agua corriente, el drenaje, etc. hicieron inoperante la vacuna contra el tifo. Ruiz Castañeda muere en 1992, dejó pocos alumnos pero un gran legado.

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Comentarios (1)

  • JOSE VARGAS

    JOSE VARGAS

    01 Noviembre 2016 a las 16:30 |
    INTERSANTE DONDE ENCONTRASTE TANTOS DATOS

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